Considerado uno de los mejores actores secundarios de la historia, multigalardonado y nominado por las grandes ligas y mayoritariamente las independientes, pasando de la pederastía eclesiastica hasta el liderazgo de un barco cuya piratería era la música prohibida del rock, desde un escritor gay hasta un político corrompido por la revolución, desde un gordo simpático hasta un líder sectario, de un periodista metiche hasta un épico villano de sagas, Philip Seymore Hoffman creció bajo la sombra de esas caras estelares de Hollywood, solo para cuando llegó a tener su momento, su primera oportunidad, dejó a todos de lado, para demostrar que aún ahora donde todo parece compra estética, el talento supera las adversidades del mercado, posicionándose como uno de los máximos actores de su generación, y casi pasando de un día a otro de ser un actor de relleno a una superestrella histriónica como pocos lograrán siquiera soñar en ser.
Iniciando de abogado en La Ley & el Orden, para pasar después a formar parte de la muchachada amiga de Chris O´Donell en Perfume de Mujer, y luego navegar en el anonimato entre una y otra película hasta llegar a los blockbusters de grandes efectos especiales como Twister, o estar en fantásticas cintas de culto como El Gran Lebowski, no es sino hasta 2005 cuando Hoffman tiene esa mencionada gran oportunidad al interpretar magnánimemente al escritor homosexual Truman Capote, y ganarse con esto los aplausos y el reconocimiento de la crítica en todos los niveles del séptimo arte, hasta conquistar de ésta manera sobre todo el óscar a mejor actor. Ya de ahí, todos los roles le tenían como actor preferencial, pues contrario a muchos casos donde los "segundones" tienen su oportunidad, y después de ese repentino brillo comienzan a extinguirse como fugaces estrellas vacías, el destino de Hoffman solo se reafirmó cinta tras cinta, jamás afectando a ese "repentino" juicio de que era uno de esos mejores actores, Hoffman jamás recayó y solo hizo reafirmar y reafirmar ese talento de los inmortales de la gran pantalla.
La triste noticia de ayer 2 de febrero del 2014 cierra un ciclo que a muchos deleitara por años y años, pero su legado queda abierto, con su esfuerzo, con su calidad, con su mimetismo, pues la estrella que Hoffman creó para el público fue la del personaje normal personaje gigante, pues nunca tuvo el acaparamiento mainstream que actores como George Clooney o Matt Damon han tenido, sin embargo, ellos jamás podrán compararse a la grandeza de este hombre que hoy y siempre seguiremos honorando, pues aquella expresión de "honor a quien honor merece" se puede justificar completamente en el honor ganado que la carrera de Hoffman trajo para sí y para el mundo entero.
Así que hoy y siempre honraremos a ese actor que derribó todas las barreras necesarias gracias a su innegable talento y su fantástico arte. Hasta siempre y para siempre. Larga vida al legado de Philip Seymore Hoffman.
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