La batisecuela de la oscura saga de Tim Burton, que pisotea cómo la crítica le abucheó y llamó "demasiado oscura" y se quejó de dar más trama al villano que al murciélago mismo, y trae una película el doble de oscura, el doble de estética, el doble de autoral, y con el doble de villanos.
Contando ahora con Danny DeVito como El Pingüino, y Michelle Pfeiffer como Catwoman (Gatubela), y repitiendo a Michael Keaton como Batman, además de agregársele al elenco Christopher Walken como Max Schreck (homenaje burtonenano a Nosferatu?), además, por supuesto de seguir de la mano de Danny Elfman en la parte musical, la cinta no le pide nada ni siquiera a la legendaria actuación de Nicholson, y se supera en todos los aspectos, solo afirmando lo que los fanáticos del superhéroe ya sabíamos: Batman debe de ser exactamente como Burton lo pinta: Rudo, oscuro, amargo.
Narrando ahora la historia desde la vida de Oswald Cobblepot, de cómo nace deforme y sus padres lo tiran a la coladera, por lo que se vuelve el Pingüino, y la historia de Selina Kyle, empleada de Bruce Wayne y Max Schreck, amante de los gatos, a la que Schreck lanza de un edificio y la hace darse cuenta de su vocación de villana; ambos entonces tienen que lidear con Batman para sacar adelante sus métodos villanezcos.
Esta cinta supera a su predecesora y confirma el poderío que Tim Burton comenzaba a crearse, como uno de los directores más importantes de su generación; además de respetar más a los fans que a la crítica para realizar su segunda y última cinta de superhéroes (pues es despojado de la dirección debido a la mala crítica que tuvo, nuevamente enfantizando la oscuridad como punto negativo).
Una indispensable de Burton, del cine de superhéroes, y del cine en general, pues es extremadamente estética y autoral.
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