Aún cuando el señor Clint Eastwood ha destacado por grandes nuevos clásicos del cine com Million Dollar Baby, Mystic River, Gran Torino o Invictus, la nueva y éxitosa cinta del maestro de lo rudo está más cerca del Nacimiento de una Nación de Griffith o del Triunfo de la Voluntad de Leni Riefenstahl que de las grandes joyas de su filmografía, y aún así no solo tuvo un enorme éxito en taquilla en Estados Unidos, sino es multinominada para los óscares del 2015 mostrando la peor cara nacionalista que podamos recordar en los últimos años, pues sí, la película es incluso más nefasta que la también aplaudida Hurt Locker de Kathryn Bigelow.
Tal como la mención de Seth Rogen y Eli Roth, muy al estilo del personaje de Daniel Bruhl en Inglorious Basterds, Frederick Zoller, el multihomicida premiado por la legalidad chovinista del nacionalismo sanguinario de un poder militar, el francotirador Chris Kyle, interpretado y producido por quien también es Rocket Racoon, Bradley Cooper, es un cowboy texano idiota educado por un padre totalitarista que le instruye que solo hay tres tipos de persona: las ovejas (que son los idiotas a los que hay que abusar), los lobos (los malosos) y los perros ovejeros (que son lo héroes que tienen permiso de ser violentos para salvar a las ovejas); por lo que Kyle crece pensando así, y a sus treinta años, cuando aún no haya estabilidad en su carrera de cowboy profesional, decide meterse a la marina gringa y llegado el momento del 9-11 se va a la guerra a medio oriente donde empieza a matar a todo el que pudiese significar un peligro, incluyendo mujeres, niños, gente que anda en lo suyo en su casa y obviamente malosos árabes que brincan ágilmente de techo en techo escapando de los superhéroes del mundo; teniendo que Freddy Krueger, Jason, los del Cienpiés Humano, Punisher, y hasta el mismo Frederick Zoller se quedan cortos cuando del francotirador americano se trata.
Pero la masacre no acaba ahí, pues en la glorificación de la repartición de muerte, todo el tiempo los diálogos nos recuerdan, cómo, a manera de caballeros medievales, llegados su momento subirán con dios, y hasta éste aplaudirá sus asesinatos justificados, pues lo hicieron por la (también mencionada repetitivamente) mejor nación del mundo...
Otro quejoso de la cinta también fue Michael Moore, quien llama más una película sobre asesinatos cobardes que heroísmo; pero pues los números hablan, y ni Moore, Roth o Rogen serán suficientes para que El Orgullo de la Nación (mención también a la película de Zoller, referenciable aquí), y la supremacía gringa sobresalga pese a todo, mostrándose ellos mismos tal cual son, como en los tiempos de la autoglorificación nazi, que la historia revela como lo que fue, y con el tiempo, hasta sus paisanos se averguenzan de lo que realmente pasó....
La película cuenta con una que otra escena destacada en fotografía, la actuación de Cooper sí es buena, y sin duda la secuencia de la tormenta de arena es hasta emocionante, sin embargo, la cinta, que podría compararse hasta con películas de invasión como Mars Attarck, siendo más que nada un video motivacional para los gringos, imposible de internacionalizar (bueno, talvez para los extremistas israelíes sí), que mostrará y recordará al mundo lo que esas personas piensan de sí mismos y nada más; por lo que de recomendación, pues claro, véala, es una nominada al óscar, pero jamás le hará sentir lo que Eastwood trató de hacer sentir a su público específico, porque nunca, ninguna invasión será vista con buenos ojos, y menos una de enaltecida crueldad y frialdad como la que se retrata ahí. ¡Repulsiva!
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