La trama inicia con el inicio del papado de Benedicto XVI (Hopkins) tras un intenso cónclave donde el argentino Bergolio (Pryce) queda en un asombroso segundo lugar, solo que debido a sus tendencias liberales nunca es del todo aceptado por el nuevo papa alemán; no obstante, la popularidad de este nuevo papa nunca logra despegar, por lo que la historia central ocurre en 2012, cuando Benedicto cita al argentino en el Vaticano para contarle del plan que tiene sobre abandonar su rol papal e ir a un autoexilio, todo sucediendo a la par de otra intención que llevaba Bergolio al ir a Roma, buscando se le permita renunciar también a él a su papel de cardenal.
Casi teniéndolos a ellos dos como únicos personajes, es gracias al buen llevamiento y a la excelente actuación de ambos que este centralismo histriónico lo construye todo, quedando como una maravillosa pieza sobre redención, cambio y religión sin caer en tendencismos o martirismos, pues no solo muestra las mejores facetas de ambos, sino lo peor de lo peor que ambos representan.
Sin duda sí termina siendo una cinta enteramente recomendable que ustedes deberían correr a ver pues al alcance de todos está nuevamente gracias a Netflix, pues si hubiera sido lanzada a las grandes salas seguro nadie hubiera sabido dónde encontrarla ante las salas repletas de pura basura nacional como a las cadenas cinematográficas les gusta poner.
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