El ícono de los ochenta regresa, y su llegada a la era de los reboots y remakes de grandes efectos especiales sí le hace justicia. Liderada por el director brasileño José Padilha, la cinta reúne a actores de la talla de Gary Oldman, Samuel L Jackson, Michael Keaton, Jay Baruchel y Jackie Earle Haley, además de contar con Joel Kinnaman en el protagónico.
La película recuenta lo contado en la versión de 1987, pero actualizado en cuanto a tecnología y contexto. Para empezar retomando el miedo xenofóbico que inició desproporcionalmente luego del atentado de las Torres Gemelas, teniendo en la historia ya a los ED 209 además de otros robot tamaño humano aterrorizando a las poblaciones del medio oriente, con el pretexto de que Estados Unidos es su liberador definitivo, algo que vanaglorea el personaje de Jackson (que es como un Ciro Gómez Leyva afroamericano), pero que es rechazado por los demócratas del gobierno, lo que hace que la compañía Omnicorp introduzca la idea de mezclar a un policía con un robot, y así introducir al mercado norteamericano también sus productos robofascistas; es de ahí de donde surge el Robocop de nuestra era, tras un atentado de bomba por narcos y policías corruptos, a los que a lo largo de la cinta perseguirá mientras trata de adaptarse a su nuevo cuerpo, que no llega a controlar del todo debido a sus descontroladas emociones.
Superando por millones en efectos especiales a la anterior, la película también cuenta con una trama más seria y compleja que la versión orginal, lo que la hace perder con obviedad muchos aspectos de violencia ilógica que los fans de la otra película amaban, pero pese a uno que otro momento aburrido, la película logra sobresalir por sí misma como un buen homenaje contemporáneo de esa leyenda de los ochenta.
Sin ser la máxima de la ciencia ficción ni de ayer ni de hoy ni de mañana, la película entretiene, se sostiene como un buen blockbuster, y podría ponerse hasta con éxitos de robots más recientes como Yo Robot, entre otras.
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