La historia, como sucediese en Lion King, está demasiado inspirada en la cinta animada de Disney de 1992, solo que acá comienza con Will Smith contando la historia en un barco a un par de niños, las canciones son las mismas, solo se agregan 2 para ayudar al extra que Ritchie le pone a esta versión para exaltar el empoderamiento femenino; Aladdin (Mena MAssoud) es un ladronzuelo que se encuentra con la princesa disfrazada (Naomi Scott), se enamoran, se separan, y en su intento por reencontrarla, el perico Iago le dice a Jafar (Marwan Kenzari) que él puede ser quien tenga la habilidad para sacar la lámpara de la cueva, por lo que le arrestan -Jafar no se disfraza de viejo para convencerle- y le dice que si le trae la lámpara le premiará con riqueza para que logre conquistar a la princesa; obvio ya sabemos qué pasa y cómo encuentra al genio y todo lo que provoca...
Y si bien todo es casi igual es más que nada el final el que es cambiado casi a su totalidad -si no han visto la original no continúen pues esto puede contener spoilers- pues en esta versión Jazmin está aferrada a ser sultán, nunca es aprisionada en el reloj de arena gigante, jafar es más que engañado malinterpretado por el genio -cuando se vuelve el genio más poderoso del universo- y si bien al genio le ponen una subtrama de enamoramiento con la sirvienta Dalia (Nasim Pedrad), esta historia no estorba, sino ayuda con el carisma de la trama general...
Con todo y esto, y la pésima interpretación de Kenzari como un amanerado Jafar, la película no es mala; sí es muy comparable en hechura con la nueva Rey León, y créanme que no perderán el tiempo viéndola si entretenerse es el cometido de visita -igual que en la original-, así que ahí ha quedado una de las faltantes de este blog debido a los prejuicios que los dimes y diretes provocan en los que se dejan llevar por el chismerío de las redes sociales.

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