Una de las básicas de la ciencia ficción y del master David Cronenberg es la distópica videosurrealidad del Videodrome, estelarizada por el después peor enemigo de Peter Griffin, James Wood, y musicalizada por Howard Shore, generando una épica desventura que bien podría ser la pesadilla de Nam June Paik, y una oda a la generación video de los 80´s que repercutirá desde cintas como 8mm hasta toda la tendencia actual japonesa del género del Sushi Typhoon.
La vida es controlada ya por los medios, y Max Renn (Wood), director de una pequeña cadena de tv, busca las maneras de causar revuelo y revolucionar la maneras y los contenidos para las nuevas audiencias llenas de morbo. Dentro de la cadena hay un pirata de señales perdidas, y le entrega a Renn un show llamado Videodrome que primeramente se interpreta como sex gore hard core, pero después descubren que son grabaciones snuff. Renn empieza a investigar al respecto y descubre que va más allá del hard core y hasta el snuff, Videodrome puede manipular las mentes de los espectadores generando tumores que crean alusinaciones que poco a poco Renn se va dando cuenta que son más que visiones provocadas sino nuevas realidades conducidas por los efectos de videodrome, los cuales el protagonista tendrá que controlar o perderse en la infinitud de las señales.
Así, la cinta que completa su cast con Deborah Harry, Sonja Smits, Leslie Carlson, entre otros, es un bizarro viaje hacia la filosofía de lo correcto e incorrecta de los videomedios ochenteros que bien proviene de la paranoia mediática que Cronenberg retrata en una de las más destacadas cintas de su filmografia.
Destaca por supuesto la gran cantidad de escelentes efectos especiales, y su único contra bien podría ser su medio cortado final, pero de ahí en fuera es una total recomendación y una impresindible del género.
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