En esta ocasión, las líneas narrativas son más complejas que en Amores Perros, narrando los distintos conflictos de Cristina (Naomi Watts), Paul (Penn) y Jack (Benicio del Toro), que van desde los transplantes de corazón de viejos amores, la paradoja del bien y el mal en cuanto a lo que Jack tiene que ver, y una serie de eventos que entremezclan las historias aún más profundamente que en la cinta anterior.
La película vuelve a demostrar la capacidad del dueto, pero de una manera más oscura, más ácida, pues mientras que Amores Perros era populacha (pero genial), ésta se siente fría, se siente deprimente, casi muerta.
Una fascinante obra que marca el camino del director y el escritor, una imperdible, pero de más atención y seriedad que la anterior.

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