Como tratando de compararse con los que lo inspiraron, con los que le tatuaron la idea de simetría, de belleza, de secciones áureas que dividen los universos que uno genera, como tratando de reafirmar la idea de que él era más que un director, era un artista, y que el cine era solo su medio para generar sus concepciones y sus visiones del mundo, Stanley Kubrick adapta la novela de William Makepeace Thackeray a la pantalla grande, y con Ryan O´Neale & Marisa Berenson, Kubrick vuelve a romper las barreras del cine, haciendo otro titán cinematográfico: Barry Lyndon.
Sobre las peripecias del irlandés por el que se llama la película, su ascenso socioeconómico y su caída moral y regreso a las entrañas de su verdadera pútrida realidad, la cinta se podría resumir en una serie de cuadros barrocos (al estilo de Georges de la Tour, Hogarth o John Constable) vivientes, donde en un probable quizás, hasta por cintas como esta se inspiraron algunos artistas posmodernistas como el fotografo Jeff Wall, más la hermosa línea narrativa falta de imperfecciones, sin caer en huecos aburridos o innecesarios arcos "artísticos" para poderse justificar como cine de autor.
No se puede hablar tanto sobre Kubrick, pues alabar y alabar en cada reseña de cada película del director, puede demeritar su trabajo, pero que quede claro, que una vez que pasó de la etapa pre-Spartacus, no hubo defecto más alguno en la filmografía del artista en cuestión.
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