Mezclando dos líneas del tiempo, primero una hace 10 años, donde Allan Rusell (Cochrane) compra un espejo malvado y lo pone en su estudio, comenzando una serie de horrores que van destruyendo la integridad de su familia, y secundado por el proyecto de su hija, Kaylie (Gillan), quien con su hermano, Tim (Thwaites), tratarán de evidenciar y destruir al espejo, aún cuando este no se deje y abra portales donde hace 10 años y ahora sean lo mismo, donde la confusión sobre demonios, almas en pena, condenadas o castigados mártires del efecto del item diabólico convivan todos a la vez en planos similares...
Confusa, sí, pero muy interesantemente bien llevada, pudiendo, seguramente, con un buen llevamiento, llegar a un nivel de nuevas sagas como ya lo han logrado cintas como Insidious.
La cinta entonces es recomendable, pero como esa serie B que el horror sigue desarrollando no como posmodernismo burlezco, sino como persistencia de producciones de menores ingreso, retando al gran mercado hollywoodense, demostrando que el talento sigue fluyendo, y esta "resistencia" nunca cesará.

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