viernes, 30 de junio de 2017

Frankenstein (1931)

Dirigida por James Whale, y siendo la segunda película de los llamados Universal Monsters, luego del Drácula de Lugosi, la cinta adecuada a la ambientación hollywoodense tiene clara influencia de la escuela del expresionismo alemán para inundar escenarios con una macabra y enloquecedora oscuridad, una estética vanguardista moderada, además de un uso descomunal de los travellings en más de una secuencia, sitúandola sin duda como una de las más grandes películas de horror de todos los tiempos, glorificada con la interpretación de Boris Karloff, que, en un papel sin un solo diálogo se vuelve más relevante de cuanta infinidad de moustros ha habido simplemente en los últimos diez años.
Basada en la obra de Peggy Webling, que a su vez está basada en el icónico libro homónimo de Mary Shelley, Whale nos narra no al conocido Victor Frankenstein, sino a Henry Frankenstein (Colin Clive) -talvez cambiaron el nombre en la obra de Webling, realmente no se habla mucho/ o casi nada de esto en internet-, quien ha estado robando cadáveres al lado de su ayudante Fritz (Dwight Frye) -tampoco se llama Ygor en éste clásico aún-; sus amigo Victor Moritz (John Boles), su prometida Elizabeth (Mae Clark) y su profesor de la universidad, Dr Waldman (Edward Van Sloan) tratan de persuadirlo de que deje de hacerlo, pero su experimento de traer vida a lo inanimado debe concretarse, y esto sucede una noche de tormenta con la famosísima escena de "It´s Alive!"; de ahí comienzan a ver qué con la creatura recién creada (Karloff), pero ven que todo es inútil, que es violento y tonto, por lo que ceden, y Henry mejor se va a casar con Elizabeth a su pueblo, dejando todo en manos de Waldman, quien tendría un destino fatal a manos del monstruo, quien consigue escapar del castillo donde se halla. Camina hasta encontrarse con una niñita tierna (Marilyn Harris), pero sin querer él la mata, desatando la ira de los pueblerinos y culminando todo en la famosa también secuencia de la chusma iracunda -que tantas veces la humanidad ha seguido repitiendo en la vida real contra tantas personas-, concluyendo con un final feliz para el público de aquellos lejanos 30´s.
Entonces, la película sí cuenta con una gran ingenuidad, un caracter básico en algunos momentos, desde las secuencias quasiteatrales, elementales del cine de aquella época, a los pliegues más que notables en las cortinas puestas como cielo, la película se muestra primitiva comparada con el lenguaje cinematográfico que ahora se trabaja en la mayoría de películas; sin embargo, son esos movimientos de cámara, iluminación, decorados, manejo de equipo, staff, el maquillaje legendario del monstruo, lo remarcables de algunas secuencias, el legado, la escuela del cine de horror de principio del siglo XX y sus referencias expresionistas, hasta la inolvidable introducción del mismo Van Sloan, se inmortaliza el proyecto como uno de los más gigantezcos que el cine de horror haya conocido hasta ese entonces o ahora; ha sido una indudable influencia para tantas y tantas historias de la pantalla grande, y seguro en los años por venir tampoco será distinto, pues eso hacen las leyendas forjadoras de cine: impulsar lo siguiente.
Si usted es cinéfilo o amante del horror es incuestionable el hecho de no haberla visto, pues ésta sí es una de las piedras angulares de aquello que usted tanto ama; por lo que no es una recomendación, es una obligación determinante para conocer los caminos que han creado esa pasión que usted ahora vive y seguirá viviendo; por lo que deje de leer esta reseña y corra a verla, disfrútelo y conozca esta historia de legado que fomentó las bases de mucho del cine de hoy en día.










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