lunes, 28 de abril de 2014

8½ (1963)

Volviendo con sus fetiches Marcelo Mastroianni y Anouk Aimee, además de Claudia Cardinale, Federico Fellini marcha para hacer LA más épica de sus cintas, y con épica no me refiero a guerras y batallas, o talvez sí, pero una guerra contra sí mismo, sobre su seguridad e inseguridad, sobre su cuestionamiento de ¿qué? y ¿para qué?, de ¿de donde soy? y ¿a donde voy?, ¿qué quiero? y ¿porqué?, todo con un sentido y estilo muy similar a La Dolce Vita, que con la musicalización de Nino Rota, la vuelve la que se considera una de las inevadibles del cine, ganadora de mejor película de habla no inglesa en los óscares, y digna de decenas de homenajes en los años por venir.
Autobiográfica, autoanalítica, crítica, deseosa...Guido (Mastroianni o ¿Fellini?) encontrandose con la espera de sus fans y el mundo del espectáculo de su próxima producción, sobre ¿de qué tratará? ¿qué secretos guardará? ¿qué secretos descubrirá?, pero Guido no tiene nada en la mente, o quizás sí, su amante, su esposa y su sueño de tener un harem, sus recuerdos de la niñez (que subsistirán similares en la obra del director aún en Amacord, entre otras), todo para canalizarse a su propio espíritu de que el artística siempre fue y siempre ha sido él mismo, de niño, dirigiendo un circo que él mismo formó, con los caricaturezcos personajes que al final sí existieron en su caminar.
¿Spoiler? Dependerá de quien lo entienda, de quien lo lea, y de quien me crea...
Éxito en Europa, y pese a que Fellini imaginaba que no pasaría, éxito en Estados Unidos, remakes, homenajes, menciones, trascendencia... La película es una belleza constructiva, emotiva, propostiva, musical, literal, literaria, estética, y cuantos adjetivos similares se le puedan asignar; y desde los ojos de quien escribe este blog es LA PELÍCULA...
Una maravillosa recomendación que simplemente se podría resumir en el artista siguiendo creando.






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