Obviamente la película trata sobre la explosión del monte Vesuvius, que termina destruyendo la ciudad romana de Pompeya, pero lo que aquí se agrega es la historia de los personajes, comenzando con el papel de Harington, Milo, quien pierde a su familia, siendo un niño, a manos del malvado senador Corvus (Sutherland), dejándolo sin nada y a expensas de un horrendo mundo que le atrapará y le introducirá al mundo de los gladiadores, donde, por supuesto se vuelve tan famoso y triunfador como Máximo Décimo de Gladiador, y hasta tiene a un amigo negro (Akinnuoye), que le ayuda a salir del problema con facilidad. El otro lado del cuento es la historia de Cassia (Browning), dama de sociedad a quien quieren casar con Corvus, pero al final, ella está realmente enamorada de... sí, Milo; así que el plot gladiador del amor continúa hasta la explosión de Versuvius y...
Como era de esperarse de Anderson, los efectos especiales dedicados hacia el 3D son bastante aceptables, la estética de película de desastres es destacada, y ya, pues de cualquier lado en el que veamos el resto nada de puntuaciones probatorias podría haber, desde la trama uno o dos tantos choteada, hasta las malas actuaciones insípidas, dejando a la cinta en un escalón de digno entretenimiento, pero contenido vacío e irrelevante.
Por lo que Pomepeya, como tantas otras películas aquí reseñadas, entra en el rango de películas domingueras, que no son una ofensa como tal al séptimo arte, pero no aportan nada en absoluto para nadie en todo el orbe; si la pasan en domingo en la tarde pueden dormitar, hacer algo más que ver la cinta, ponerla de ruido de fondo, y nada se perderán si la ven de reojo... igual si le quieren dedicar su tiempo, pues es su elección al final.
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