Ya con la probadita de la primera parte, sabíamos que lo que nos esperaba en esta segunda entrega de la segunda saga del Seño de los Anillos, solo corroboraría nuestro fantatismo por ese gran genio neozelandés llamado Peter Jackson, y toda esa magia que pareciera salir de sus manos cada vez que se pone a cargo del vehículo cinematográfico de Tierra Media.
Repitiendo al elenco (Freeman, McKellen, Armitage, Stott, Pace, McCoy, Blanchett), e introduciendo a otros como Evangeline Lilly como Tauriel, Luke Evans como Bardo, Benedict Cumberbatch como Smaug, Stephen Fry como el Gobernador Esgaroth y la reaparición de Orlando Bloom como Legolas, la historia reinicia donde se quedó, la llegada a la Montaña Solitaria está más cerca que nunca, pero las complicaciones se van acumulando minuto tras minuto, además de agregarle un romance interracial entre el enano Kili (Aidan Turner) con la inventada por Jackson, Tauriel, y la cada vez más cercana corrupción en la que Thorin caerá, sumando el subtrama de la preparación para el regreso de Saurón y la historia de la Comunidad del Anillo, mejora la historia aplaudida de la primera parte, tal como sucediera en la primera saga, donde cada película era mejor que su antecesora, y nos deja al filo del asiento para cortar la Desolación de Smaug abrúptamente.
Pudiendo hacer mención solo a ese inesperado que no culmina la historia de Smaug en esta entrega, la cinta supera a la primera en todos los aspectos, siguiendo mostrando más y más caras de Tierra Media como solo Jackson puede mostrar. Una gran película, que le hace honor a su procedencia. Gran continuación!
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