El primer impulso para la reivindicación cinematográfica desde los tiempos de Godard se da en Dinamarca en 1995 por los directores amateurs Lars Von Trier y Thomas Vinterberg, creando el movimiento Dogma 95, cuya primera intención era saltar ese freno contra el cine que era la adquisición de presupuestos, en un mundo demasiado caro para lograr algo, por lo que el "manifiesto" de Dogma, y sus "votos de castidad" es el motor para la realización de 39 cintas, de las que algunas pasan por el ojo internacional con un éxito y trascendencia como no se veía desde los tiempos de Truffaut; iniciando concretamente todos con el Dogma #1: La Celebración (Festen), de Vinterberg, quien lleva a cabo lo que habían planteado él y Von Trier de una manera asombrosa y con una calidad de tal grado que corrobora las estipulaciones de sus planteamientos, volviendo congruente su manifiesto, llegando hasta ganar el premio del jurado de Cannes, y dando inicio a una de las más destacadas tendencias de los últimos tiempos.
Sobre una reunión familiar, donde poco a poco se va situando a cada personaje donde debe de estar, como un gran jaque mate contra el rey a sacrificar, el protagonista, Christian (Ulrich Thomsen), prepara a todos en su familia para la declaración que evidenciara el grotesco y repulsivo andar de su padre, Helge (Henning Moritzen), quien atormentó a él y a su hermana durante sus respectivas vidas, llevándola a ella, Linda, al suicidio, evento que conduce a las acciones de hoy de Christian y llevarán a Helge a la ruina; eso si la familia le cree lo que está por contar.
A parte de ser una joya técnica, en cuanto a D-95 refiere, la trama escrita por el mismo Vinterberg es un total deleite, mostrando una creatividad y calidad nata como pocas veces se ve en el cine, y más aún en las óperas primas (en cuanto a d-95 refiere); sin duda un tesoro de la historia del cine, recomendado para todo aquel interesado a fondo en él, puesto que el Dogma logra su consagración verdadera entre los festejantes que Vinterberg nos muestra.
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