viernes, 13 de marzo de 2015

Häxan (1922)

Basada en el libro medieval inquisitor Malleus Maleficarum, Haxan es un documental tal bien producido y narrado que pasa de ser datos ordenados para mostrar perspectivas, en este caso sobre las brujas, a un quasi drama, dirigido, escrito y producido por Benjamin Christensen, en la que en su momento se consideró la máxima cinta sueco-danesa que se haya filmado.
Comenzando por el orden del universo, seguido por las andanzas clérigas contra las mujeres que se podían, basado en las historias de aqularre, pinturas, grabados y textos sobre hechicería, dando paso a las legales torturas generadoras de confesiones, y culminando en el uso de la magia negra como pretexto para entender lo que Christensen califica directamente como histeria, la cinta en general es una crítica contra las quemas de brujas y la misoginia clerigal medieval, auxiliada por la razón médica, que sería, en los 20´s una razón más inteligente a distintos tipos de locura, esquizofrenia y hasta sonambulismo, describiéndose de una manera que haría sonrojar a Meliés, por la excelente producción y efectos visuales macabros y de ciencia ficción que Christensen utiliza, arrazan con cintas como el Golem de Wegener o Inferno de Bertolini, pudiendo meterse en el paquete del expresionismo alemán (aunque no es alemana) y perfectamente asignable a ser inspiración para todo el cine de brujería, exorcismo y moustros de las generaciones posteriores...
Cabe mencionar que la película como muda, ha sido musicalizada con piezas de Schubert, Gluck, Beethoven, Geoff Smith, entre otros, en mi caso, al encontrarme con la cinta/documental totalmente silente, decidí (esto es como sugerencia) poner los soundtracks de The Shining y Dracula, que concordaron diabólicamente con las imágenes e hicieron de mi experiencia cinéfila un placer de mirarse...
La película es totalmente recomendable, pues su calidad visual y su magnificencia cinematográfica la hacen una joya artística disfrazada de documental, con absolutas verdades en cuanto a posturas de inicios de siglo XX, y la colocan como un tesoro que se debería de conocer tanto como todos conocemos el cine de Chaplin o Nosferatu. Elemental para el cine grotesco de nuestros días, y perfecto paso del arte de antaño al cine de su futuro, nuestro pasado y presente.









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