Luego de los paranormales eventos de la séptima entrega, una pareja en una pequeña embarcación pasa por Crystal Lake y ésta tiene un pequeño corto cirtuito que revive a Jason y le da la oportunidad de volver a matar, subirse a la embarcación y zarpar a un barco mayor, un pequeño yate con dirección a Nueva York, a donde se sube y empieza a aterrar a toda la tripulación, comandada por el nefasto Charles McCulloch (Peter Mark Richman), quien les arruina toda la diversión a cada uno de los pasageros, desde el hijo buena onda del capitán Sean Robertson (Scott Reeves), y su bella sobrina Rennie (Jensen Daggett); una vez que Jason es un peor arruina-fiestas que McCulloch, tienen que abandonar el barco y llegar a Nueva York en una lanchita, aunque como era de esperarse Jason les sigue para concluir el terror en la ciudad más famosa del mundo, que desde la perspectiva ochentera puede ser más peligrosa que el mismo asesino, a quien la toxicidad de la ciudad terminará venciendo en una de las más idiotas historias de horror que se hayan filmado.
La cinta es más comparable con el capítulo de los Simpson cuando Homero odia Nueva York que a cualquier cinta de horror; los personajes son mal creados y mal actuados, teniendo quizás como única excepción lo hecho por Daggett, pero tampoco se le puede llamar destacada... La historia en general es bastante basura e inconveniente, y podría ser una recomendación exclusiva para aquel que se quiera echar todas las películas de Viernes 13 y nada más. Si usted no planea hacer eso, no se pierde de nada, es un claro ejemplo de una franquicia explotada económicamente desgastada a cada minuto (de la saga completa) creativamente hablando. Como el personaje de Richman, la cinta es bastante nefastita.

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