domingo, 4 de mayo de 2014

Antichrist (2009)

Talvez desde Manderlay inicia el periodo provocador de Lars Von Trier, satanizando la imágen bondadosa de la comunidad afroamericana reprimida, la cual se santifica a sí misma tras la desgracia de la esclavitud, pero no es sino hasta la que se considera la primera cinta de la nueva trilogía de la Depresión, cuando la polémica y la locura sangran cada poro de la cinta, y eso El Anticristo.
La cinta empieza bella, hermosa, poética, tonos, armonía, alma, imágen, estética, detalle, todo como una marcha fúnebre conmemorativa... para la muerte de un bebé. Luego: El Pesar, la decadencia, la culpa, la autosanación, la inconsolencia, tratada con amor e inteligencia, solo para descubrir que en este proceso sanativo la única verdad es que "el caos reina" (chaos reigns), y empieza el declive... empieza realmente la película; basta ya con el cine de arte, basta ya con el cine conceptual, seamos lo que somos: Mal. Charlotte Gainsbourg, en el que quizás es su más memorable actuación, se revela como lo que es, e inicia una de las secuencias de tortura mejor logradas en la historia del cine, donde Guinea Pig se ocultaría llorando en su coraza como lo haría una tortuga asustada, y el sufrimiento que ella causará a su coprotagonista Willem Dafoe hará que el más rudo goreano entrecierre los ojos y se murmure a sí mismo que esto debe parar; pero no como spoiler sino como adevertencia: No parará... jamás.
En el cine, el arte se ha manejado como experimentación, exploración, autoinvestigación, revelación de la belleza, construcción estética, pero en el arte general, poniendo de ejemplo máximo la pintura, el arte es exploración y desenmascaramiento del alma, y el alma no es igual una a la otra, así que así como hay Da Vinci y Dan Flavin, también hay Goyas, Redones y Moreaus (por mencionar estilos más clásicos y oscuros) denotando que el arte también puede ser horror, también puede ser grotesquería, también puede ser sufrimiento y locura.
Así que si usted es más fan del cine de arte como tal, quizás no sea muy gustoso de la cinta, e igual si usted es fan del horror, también no comprenda al cien la magnitud del proyecto, sin embargo si usted es un morboso sádico orgulloso, acérquese y vea el sufrimiento como un espectáculo del que Von Trier ahora usará como sello personal para ayudar a contagiar su alma de la desgracia que él posee en la suya. Cabe mencionar que parte de esta maldad impresa segundo a segundo también es en gran parte gracias al excelente y oscurantista soundtrack de Kristian Eidnes Andersen, que destaca como uno de los más terroríficos y diabólicos scores que se hayan compuesto (sí, comparable con máximales como el The Omen o The Shinning).
Y aún con todo esto, la cinta ha tenido que cargar con el tache de misógina e incorrecta. La película es una innegable, absoluta, y magníficente joya de la corona que ahora porta el máximo director de cine danés que haya existido.








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