La historia, muy screameramente muestra al papá de Bella Swan (Burke (Twilight)), y en su primer secuencia, así como Drew Barrymore en la apertura de la saga mencionada: spoiler. Intro finito.
Ahora la historia se mueve a la verdadera protagonista -como también sucedería subsecuentemente en Scream-, Rebecca (Palmer), quien es una grosera con su cariñoso novio (DiPersia), tratándole cual puta cualquiera -ella a él-, ligando después la trama con una llamada de la escuela de su medio hermanito (Bateman), quien no puede dormir porque su mamá (Bello) tiene una amiga fantasmal llamada Diana, la cual solo aparece en la oscuridad, y a la que aparentemente nadie puede detener. Rebecca empieza por culpar a la madre del estado de su hermanito, pero de un momento a otro, ella y su novio empatizan con el caso fantasmal y deciden unirse para acabar con Diana, llevando todo a un emocionante y paranóico final que hace que valga la pena haber visto la película.
Y todo sin llegar a niveles innolvidables B como sucediese con Insidious o la ninguneada Haunting in Connecticut; la cinta mantiene su objetivo de asustar con momentos para el filo del asiento sin caer en la vulgaridad del inesperado, sino aplicando la vulnerabilidad al máximo en los personajes principales -bien hecho-, sin embargo son los elementos como el esquema de Scream o el recuerdo de la niñez de la madre, muuuuy al estilo de la narración retrospectiva de Silent Hill, lo que le resta seriedad y autenticidad a la trama, y la deja en su nivel B de donde despegó.
Como digo, ya se ha anunciado secuela, habremos de ver qué tal la continúan, qué tal le agregan o sustraen valor a esta pieza fantasmal de verano blockbustero.
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