viernes, 17 de junio de 2016

Ghost in the Shell (1995)

La cumbre del cyberpunk es el comienzo del cine de ciencia ficción de nuestros tiempos. Basada en la Trilogía de Sprawl de William Gibson, nace el manga de Masamune Shirow, en 1989, aplicando temática inconcebibles para el momento, quedadas inconcebibles y futuristas aún para 1995 cuando el director Mamoru Oshii adapta a una cinta anime la historia de la mayor Motoko Kusanagi, personaje icónico para la cultura del siglo XXI, que replanteará la existencia filosóficamente viniendo de una ciencia ficción estetizada desde tiempos de la también icónica Blade Runner.
La historia se sitúa en el siglo XXI, seguramente un tardío siglo XXI, cuando la cyber tecnología ya es una cotidianidad, y, al menos en lo mostrado en la cinta, el reemplazo de la carne por piezas robóticas es cosa de todos los días; incrementando no solo las capacidades físicas sino mentales, dejando solo el espíritu y la conciencia como única persistencia de la humanidad. Así es para Motoko y su compañero detective Batou, quienes investigan una situación política que une un conflicto de relaciones internacionales con un misterioso ghost hacker llamado el Puppet Master, de quien aún no se saben las intenciones reales, pero sí sus capacidades; el trabajo de Batou & Motoko es hallarle y ver cómo y porqué hace lo que hace, encontrando al final de la historia una realidad quebrajante que replanteará el concepto de conciencia, robótica, espíritu y humanidad de una manera radicalmente filosófica como uno pocas veces esperaría de una película de caricaturas.
Musicalizada innolvidablemente por Kenji Kawai, que ambientiza ese fantasmal concepto de la tecnología circundando cada minuto de la historia, la cinta se vuelve un manifiesto existencialista del porvenir humano y su fusión con la tecnología, poniendo en crísis la realidad de la raza y su proceder, aún más allá de lo que cualquier religión haya podido augurar, teniendo que el alma no es una creación orgánicamente divina, sino una concretización de varios factores al parecer azarosos que procrear la conciencia y la vida empieza a redefinirse a partir de entonces. Y lo digo como especulación pura y nada de profundidad filosófica, solo es una reseña cinematográfica, pero en esa alberca fantasma digital que es la película, la pieza es un compendio perfecto de existencialismo en un camino en el que todos nos encontramos, apuntando a donde parece nos dirigimos.
Como pieza artística es un parteaguas, pues desde la estética copiada para la indispensable Matrix hasta las teorías filosóficas de la cyberconciencia, de la que hablé antes, la cinta es una reflexión humana que cumple todos los planteamientos de lo que el arte es: reflexión, estética, profundidad, deleite... Ghost in the Shell es de esos eventos imperdibles que redefinen los senderos en los que nos encontramos, teniendo en esta película una absoluta recomendación que no solo los otakus y cinéfilos deberían conocer, sino cualquiera que empiece a cuestionarse sobre su andar y proceder en este aún difuso universo en el que nos encontramos, definido ambiguamente como vida.










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