domingo, 1 de abril de 2018

Ready Player One (2018)

Finalmente ha llegado el gran primer momento hype de este 2018 que ya desde tanto tiempo atrás se ha venido avistando como uno de los mejores años para el cine de los años recientes. Este momento es la tan difícil adaptación del libro homónimo de Ernest Cline, Ready Player One -que increiblemente no tuvo traducción al español, y le dejaron su título real-, proyecto imposible que tuvo en la mira a más de un director élite, pero no era otro que el mismísimo Steven Spielberg el único que tendría el poderío tal para no solo manejar la historia y el contenido inmenso que conlleva, sino también tener la influencia como para levantar el teléfono y pedir derechos de los máximos personajes que existan, a nivel global, y consiga que las distintas empresas le presten a los personajes. Estelarizada por Tye Sheridan, Olivia Cooke, Simon Pegg, Ben Mendelsohn y Mark Rylance, la cinta sí es un evento increíble dentro de la cultura pop, tan extravalorada, sin embargo, son los personajes guías los que no llegan a crean una unidad ideal como uno hubiera esperado que sucediese.
La historia sucede en Columbus, Ohio en el año 2045, el mundo se está yendo al carajo, pero a casi nadie parece importarle porque un viejo llamado James Halliday (Rylance) ha inventado una realidad virtual llamada Oasis, en la que toda la cultura pop ha sido guardada, todo es posible y seleccionable, y uno puede ser, sentir y hacer lo que sea cuando quieras, el escape perfecto para la realidad horrenda que queda afuera, algo así como una súper matrix voluntaria. El punto es que cuando Halliday muere revela que ha escondido acertijos dentro del juego, acertijos que les llevarán a encontrar tres llaves, que quien encuentre será el nuevo dueño legítimo del Oasis; por lo tanto todo mundo anda en la gran búsqueda de las llaves, sobre todo los empresarios asociados al juego para no perder ese gran poder que tienen; a esta bandada de manchados los dirigirá un tipo de nombre Nolan Sorrento (Mendelsohn), que talvez termina siendo el personaje mejor construido de la cinta. El resto de los competidores son sobre todo pobretones soñadores que esperan mendigar la más pequeña migaja que conduzca a los acertijos que llevan a las llaves; el pobretón que nos compete es Parzival (Sheridan). Parzival tiene como nombre real Wade Watts, vive con su tía (Susan Lynch) en un barrio que parece basurero. En el Oasis juega con sus amigos H (Lena Wathe), Daito (Win Morisaki) y Sho (Philip Zhao), y pese a que es el máximo fan de Halliday y le echa ganas a todas las contiendas, realmente sus expectativas de ganar son bajas hasta conocer a una chica llamada Art3mis (Cooke), quien no solo compite por el premio de Halliday, sino para frenar la tiranía que IOI ejerce en la gente en el mundo real; Art3mis inserta la semilla de la rebelión en Parzival, y ésta crece muy lentamente en la primera parte de la cinta... le ayuda al menos a poner atención, ayudándole a descifrar el acertijo primero del juego, consiguiendo él, antes que nadie, la primer llave. Ahora Parzival está en el mapa, y Sorrento intentará corromperlo o destruirlo, mientras Art3mis le ayudará a ser el mejor jugador posible para ganar el gran reto de Halliday.
Entonces, desde la primer secuencia de carreras nuestro cerebro explota. Desde la escena de los carros listos para el arranque hasta ver a King Kong o el T-Rex el Oasis nos absorbe; luego la secuencia de Shining nos pone los pelos de punta, regresar al hotel Overlook es una magnificencia que jamás esperé vivir; finalmente la secuencia en el mundo Doom es una batalla del nivel épico de la batalla del Señor de los Anillos, todo sobrellevado con la maestría de Spielberg, la magnífica sapienza pop musical de Alan Silvestri y un equipo de efectos especiales que hace lucir a Tron como producida por la gente que trabajaba en Odisea Burbujas. A lo largo del Oasis vemos a Chucky, al Guasón, Harley Quinn, Goro de Mortal Kombact, Chun Lee, Spawn, Battle Toads, las Tortugas Ninja, al obvio Gigante de Acero, el DeLorean y magnífico cubo llamado el Cubo Zemeckis -del que no hablará más para que se sorprendan igual que yo-, referencias a Mad Max, Robocop, Godzila, Batman, Atari, Star Trek, Meteoro, Akira, Alien, Goldeneye, Superman, Spiderman, Hulk, Looney Tunes, Star Wars, Tootsie Pop, Dark Crystal, Gremlins, Michael Jackson, Billy Idol, Saturday Night Fever, Robotron, Feris Bueller, The Fly, Thundercats, Gundam, Monty Python, Deathstroke, etc, etc, tornando del Oasis la matrix perfecta de la que pareciera nadie tendría que escapar... PERO -sonido de tornamesa abrupto-  ¿Y los personajes que trazan la historia?
Si bien, ya se dieron cuenta de lo fenomenal que es el universo donde existen, los personajes llegan a ser antipáticos, insípidos y redundantes... no hay ningún personaje que le lleve al carisma de Marty McFly, la audacia de Mulán, la simpatía de Timon & Pumba, la malicia de Darth Vader, y no solo eso, les suceden eventos trágicos que parecieran ser irrelevantes para los carecteres; hasta Kick Ass 2 se siente con mayor profundidad histriónica que lo desarrollado aquí; lugar donde hasta se tiene un conflicto de realidades del peso de Matrix, pero a nadie parece importarle que el mundo está hecho una mierda y por fantasías geniales ya nadie arreglará... no, la mención de la realidad podrida jamás llega a un primer plano y talvez apenas si se menciona... muy mal en ese sentido... lo tenía todo para volverse el máximo crossover que se haya hecho desde la invensión de la cultura pop.
Concluímos con que Spielberg hace un trabajo impecable, como siempre, pero la trama sí se siente un tanto descuidada mientras que el universo desarrollado se la va comiendo sorprendentemente ante este tsunami de referencias; la cinta es toda una experiencia cultural de nuestra era, que termina usando la trama como un pretexto para juntarse sin llegar a hacer de esta congestión algo que pudiera quedar en el corazón de los fans como todo lo que sale ahí logró hacer antes.
El uso de la nostalgia enaltece elementos efímeros de tiempos más superficiales y los enlata en este viaje al centro de un universo magistral que si bien pudo ser el Rosebud de nuestra era, solo es un espectáculo de luces y efectos que tiene permiso de poner a cuanto personaje nos haya gustado durante los 80´s y 90´s más que nada. La pieza sí es recomendable e imperdible, pero atenidos a la priorización de lo audiovisual por sobre la narrativa.







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