Luego de su primer película en América, El Baile de los Vampiros, la vida de Roman Polanski parecía encajar en lo más cercano a la perfección que su vida podría encontrar, pues aunque esa película no fue el éxito que todos esperaban, su vida amorosa al lado de Sharon Tate y las expectativas que el director aún despertaba por su temprano periodo europeo parecían ser un augurio a una mejoría como pocos directores podrían prever; por lo que para cuando Polanski empieza la adaptación del libro de Ira Levin, las cosas apuntaban para salir mejor de lo que nunca habían salido, y quizás nunca más volverían a salir.
Rosemary y Guy Woodhouse (Mia Farrow & John Cassavetes) son una jóven pareja de recién casados que encuentran el lugar ideal para vivir, un departamento en el centro, aún con el previo aviso de que ahí habían habido asesinatos, canibalismo y brujería, pero para el costo era el lugar ideal. Llegando ahí conocen a Terry (Victoria Vetri), quien al suicidarse misteriosamente genera una amistad entre los Woodhouse y los Castavet (Ruth Gordon & Sidney Blackmer), que eran con los que Terry vivía, siendo ésta pareja de ancianos muy amistosos a tal grado de ganar la confianza exageradamente de los Woodhouse, algo que en medio contiene un sueño de violación donde el demonio mismo viola a Rosemary, desatando entonces la sospecha de su amigo Hutch (Maurice Evans) sobre los Castavet, encontrando su propia muerte enmarañada en sus sospechas, no sin antes mandar el mensaje a Rosemary sobre la verdadera identidad de Roman Castavet, algo que traerá lógica, misterio, delirios de persecución y la duda máxima si lo que Hutch descubrió es verdad o simplemente Rosemary sí se volvió loca.
Aplaudida a tal grado de ser nominada a guión adaptado y dándole el óscar de acrtriz secundaria a Ruth Gordon; sin duda, desde la perspectiva de un ojo la que se lleva dignamente la película es su protagonista, Mia Farrow, quien en medio de la filmación tiene que cargar a parte su divorcio con Frank Sinatra, algo que agrega el mood trágico en el mítico personaje de Rosemary...
Pero como en la cinta, la leyenda de Adrian Marcato Jr no acaba ahí simplemente, pues no solo la cinta despierta un sin fin de leyendas alrededor de su misterio y satanismo, entre las que destacan la instrumentación del papa satanico Anton LaVey en la parte del sueño, sino que la verdadera tragedia no solo alcanzó al divorcio Farrow-Sinatra; pues al año siguiente el compositor a cargo, y gran amigo de Polanski, Krzysztof Komeda, muere en un fatal accidente, algo que repercute fuertemente en el director, pero claro no es ni la mitad de lo doloroso comparado con la muerte de su esposa Sharon a manos de la secta de Charles Manson, todo esto relacionado únicamente por la leyenda la maldición post-bebé-de-rosemary...
La cinta, fuera de lo colateral, es una absoluta joya del terror psicológico, pues ese delirio de persecución que Rosemary transmite, y el hartazgo que los Castavet logran tener en el público, es fascinante; teniendo, quizás aquí como único punto en contra los ojos amarillos en transparencia que se ven cuando Rosemary ve a su bebé, algo que se cuenta que Polanski no quería, pero al final el equipo entero le convenció de hacer.
Una absoluta recomendación, un gran clásico horroroso, una joya y un ejemplo fílmico que pese a todo lo circundante, nos trae al mejor Polanski que él mismo haya podido crear.
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