martes, 27 de mayo de 2014

Los Olvidados (1950)

Llegando a México, Buñuel fracasa brutalmente con Gran Casino, al grado de tener que ser mantenido de su madre, pero cuando su siguiente proyecto "El Gran Calavera" funciona, el productor Oscar Dacingers le propone hacer una película sobre niños pobres, capáz de ser contrapeso con el neorrealismo italiano, y lo logra con Los Olvidados, volviendo ésta una de las películas más relevantes en la historia del cine, pues no solo adopta la manera neorrealista, sino que mantiene una embarrada de su surrealismo nato, además de generar una decadente ambientación más que adoc para ese sombrío retrato de la ciudad de México, a tal grado de ganar el premio de mejor director en Cannes en 1951, ser considerada en varias listas como la mejor película mexicana de la historia, y ser considerada junto a Metropolis de Fritz Land y El Mago de Oz de Victor Fleming "memorias del mundo", título honorario que la UNESCO les otorgó.
Sobre la salida del Jaibo (Roberto Cobo) de la prisión, el asesinato de un niño en sus manos, y la presencia de Pedrito (Alfonso Mejía) como testigo de la atrocidad, todo en un ambiento sórdido y miserable, donde pareciera que cada uno de sus habitantes a sido olvidado de alguien, generalizando, los olvidados de la sociedad: El ciego, los huérfanos, el minusvalido, la madre abandonada; todos y cada uno de ellos tratando de sobrellevar su modus vivendi entre el asco que la vida resultó ser para ellos, y el espiral sin salida en el que nacieron atrapados.
Como siempre que se lee sobre grandes cintas del cine mexicano (ver reseña de Fando y Lis de Jodorowsky), inmediatamente que salió, la crítica se dejó escuchar, gritoneando barbaridades sobre cómo ha venido el aragonés a desgraciar la imágen de México para el mundo, gente como Jorge Negrete pidieron su exilio del país, culparon casi de traición a la patria (¿no era ese el discurso del periódico Milenio sobre Heli de Amat Escalante?), lo cual solo llevó a la cancelación de las proyecciones de la película en suelo mexicano, ésto hasta la victoria en Cannes, cuando, ya que los europeos aplaudieron la película, Negrete y sus compinches decidieron que "siempre sí, estabamos jugando"; aún así, Buñuel permanece en México acrecentando su cine en el país y hacer una de las más memorables trayectorias de la historia.







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