Sobre la salida del Jaibo (Roberto Cobo) de la prisión, el asesinato de un niño en sus manos, y la presencia de Pedrito (Alfonso Mejía) como testigo de la atrocidad, todo en un ambiento sórdido y miserable, donde pareciera que cada uno de sus habitantes a sido olvidado de alguien, generalizando, los olvidados de la sociedad: El ciego, los huérfanos, el minusvalido, la madre abandonada; todos y cada uno de ellos tratando de sobrellevar su modus vivendi entre el asco que la vida resultó ser para ellos, y el espiral sin salida en el que nacieron atrapados.
Como siempre que se lee sobre grandes cintas del cine mexicano (ver reseña de Fando y Lis de Jodorowsky), inmediatamente que salió, la crítica se dejó escuchar, gritoneando barbaridades sobre cómo ha venido el aragonés a desgraciar la imágen de México para el mundo, gente como Jorge Negrete pidieron su exilio del país, culparon casi de traición a la patria (¿no era ese el discurso del periódico Milenio sobre Heli de Amat Escalante?), lo cual solo llevó a la cancelación de las proyecciones de la película en suelo mexicano, ésto hasta la victoria en Cannes, cuando, ya que los europeos aplaudieron la película, Negrete y sus compinches decidieron que "siempre sí, estabamos jugando"; aún así, Buñuel permanece en México acrecentando su cine en el país y hacer una de las más memorables trayectorias de la historia.

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