lunes, 16 de junio de 2014

Big Fish (2003)

Entonces muere el padre de Tim Burton, y éste llega a la preproducción de una película que sería asignada para que Spielberg dirigera, una adptación del libro de Daniel Wallace, Big Fish: A Novel of Mythic Proportions, y a petición propia, Burton remplaza a Spielberg, asignándosele la cabeza del proyecto, y en una visión más personal, más propia, pero distinta a lo pasado, distinto a su tan conocido estilo, Burton inicia una etapa que los estudiosos del cine han llegado a llamar la madurez del director, pues hasta su mejor película se ha llegado a considerar, por contar un cuento estilizado, bello, romántico pero no empalagoso, un deleite en todo lo que hacer cine tiene que ver.
Sobre la historia de Edward Bloom (Albert Finney), quien está enfermo y peleado con su hijo (Bill Crudup), pero la razón por la que está peleado es debido a que Edward es muy hablador, por lo que inventa historias sobre su vida, lo que hace que el hijo viva recentido contra él; las historias van de cómo creció demasiado rápido, fue EL atleta del pueblo (interpretado de jóven por Ewan McGregor), conoció un gigante (Matthew McGrory), llegó a una aldea mágica, trabajó en un circo al lado de un hombre lobo (Danny DeVito), asaltó un banco al lado de un poeta (Steve Buscemi), una bruja (Helena Bonham Carter) le dijo cómo moriría, fue a la guerra de Corea y volvió gracias a unas siamesas (Ada & Arlene Tai), solo para volver a los brazos de su amada (Jessica Lange/Alison Lohman); siendo estas historias sospechosas, el hijo empieza a investigarle pues piensa que su padre las inventaba para encubrir que le ponía el cuerno a su madre, sin embargo lo que encontrará es que una verdad embelezada no solo ocurre para cubrir imprudencias de la vida, sino también para encontrar lo maravilloso de ésta a cada paso que se da hasta llegado el momento del final.
Completando el elenco con Marion Cotillard, y nuevamente auxiliado por Danny Elfman en la música, además del tema principal tocado por Pearl Jam, la cinta sí es un gran tesoro cinematográfico de un colorido fantástico comparado con toda la belleza visual de cintas como Amelie, las dimensiones coloridas de su filmografía anterior, y la nostalgia bella capaz de asombrar a autobiógrafos como Fellini; una preciosa cinta indispensable, una de las mejores películas de los últimos tiempos, una joya, que quizás se debería de ver como hecha por un Tim Burton 2, pues es perfecta, pero compararla con el resto de sus cintas sería un tanto injusto, pues el hecho de ser Tim Burton tiene que ver con una factura, y considerar a la más distinta de sus cintas como la mejor de éstas sería descalificar el estilo por completo, así que Burton y el Gran Pez deberían de caminar a la par como dos indispensables del cine, que se unen solo por la madurez del uno para el otro.







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