Sobre Sophie, una chica que cierto día recibe la visita de una bruja, La Bruja del Páramo, y ésta le lanza un hechizo para volverla anciana, por lo que en su verguenza de su repentina anciandad, Sophie busca ayuda en el extraño hechizero Howl, quien habita en un castillo mágico que camina, mientras Howl hace constantes viajes a una guerra ajena, solo para tratar de frenarla y recuperar la paz en la tierra; poco a poco, Sophie, Howl y los habitantes del castillo van haciendo una bonita amistad, entretejiendo la trama que hace de ésta una más de los tesoros animados japoneses salidos de las puertas de Ghibli.
Musicalizado deleitantemente por su compositor de cabecera, Jos Hisaishi, Miyazaki aborda los temas de la paz y la misoginia intrínsecos en la trama, como respuesta a la desigualdad global y sexual, así como la guerra en Irak, la postura del japonés es pacífica propositiva de unidad, de estabilidad universal; y en todo este halo casi hippie, nunca su historia y magia es demeritada, no hay pretención, solo maravillosidad, preciosura y una excelenete manera para contar y hacer cuentos realidad.
Sin duda, si hay alguien comparado con lo más genial de Disney (estudio que por cierto ayudó en la distribución internacional), ese es Miyazaki, quien actualizado, simplemente surgió como paralelo oriental a ese gran personaje occidental. Miyazaki siempre es recomendable, el Castillo Vagabundo no es la excepción.
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