Cuando supe que el director de Después de Lucía había ganado el premio del jurado en el Festival de Venecia me dio gusto, ya esperaba ver cómo era su nuevo proyecto que parecía con la tradición iniciada por los tres compadres donde el cine mexicano se pone como parte de lo mejor del séptimo arte de esta generación; después salió una entrevista donde el director, Michel Franco decía que había quienes le cuestionaban de hacer puro cine sobre gente rica, y pues él tenía todo el derecho de hacer cine de lo que le viniera en gana; finalmente salió la entrevista más famosa, donde pone en cuestión el racismo inverso al decirse muy lastimado por ser llamado whitexican, y que su cinta tenía la intención de romper todos estos paradigmas racistas de una vez por todas. Soberbiamente después se disculparía con el pretexto de, al no usar redes sociales, no sabía bien lo que era whitexican y que no sabía que no existía lo del racismo inverso, volviéndose entonces el foco principal de la comentocracia, y más por todo esto suceder más o menos a la par de un conflicto popular que hubo entre el actor Tenoch Huerta contra el "comediante" de derecha Chumel Torres, donde todo el tema del racismo y racismo a la inversa predominó en todos los medios. El presupuesto de la publicidad de la película de Franco llenó todos los medios a la par, y entonces no hubo nadie que no mencionara a la película para bien o para mal; nuevamente salió el director a declarar que se le juzgaba por un trailer pero que nadie había visto la película; terminó por volverse un martir de sus declaraciones y un representante absoluto de un estilo de pensamiento predominante en un año de tantos divisionismos por donde sea que le veas -y no solo en México, sino a nivel mundial-
Salgo de la historia popular para regresar a la mía; no hablaré de mi propia historia, sino que agregaré a la de la película. Cuando los cines reabrieron honestamente sí me daba un poco de miedo salir a un lugar de congregación dijera lo que dijera Cinépolis; no obstante, el tiempo pasó y vi que nadie iba al cine, entre el miedo y la poca oferta en las salas -tanto así que ya he hablado del fracaso en taquilla del blockbuster de Nolan, Tenet- decidimos ir a ver aunque sea El Nuevo Orden pues las películas de Hollywood son fáciles de hallar en la piratería de internet, pero las mexicanas "indie" son más difíciles de ser filtradas. Una vez vista la película ya podía emitir mi juicio, aunque obviamente Michel Franco seguía tirando mierda a todos los que no le apoyábamos, diciendo que era imposible que alguien que hubiera visto la película la odiara, que éramos unos incultos mediocres que juzgábamos en base al trailer y la malformación de sus palabras. El director se aferró a su discurso y fue muy apoyado por ese sector mencionado, al grado de que más de una crítica decía que era la mejor película mexicana desde Amores Perros, lo cual demerita la ya de por sí demeritado cine mexicano, pero lo que uno opina ningún artista racista puede decidir si es una opinión correcta o incorrecta, por lo que después de esta larga introducción puedo hablar de lo que la experiencia del Nuevo Orden fue para mí.
Ubicada en una distopía mexicana, la historia empieza antes de la tragedia, en una boda fifí -sí, este texto puede tener mucho racismo a la inversa- donde una familia de clase más que alta festeja la unión de dos muchachitos riquillos. El festejo es interrumpido por Rolando (Eligio Meléndez), un exempleado cuya esposa está en el hospital y requiere 200 mil pesos para su tratamiento, por lo que viene a pedirlo prestado a la familia, a lo que ellos solo le consiguen como 40 mil entre los cambios que traen los de la casa -lo que suele tener una familia promedio en sus carteras- pero cuando la hija (Naian González) se entera que no le consiguieron los 200 mil, enfurece ante la codicia de los suyos y decide ir con el señor hasta el hospital para pagar con su tarjeta, sin importarle que podría comprometer su propia boda, pues es muy buena. Tras su salida de la fiesta los sirvientes de la familia dejan entrar a unos manifestantes y comienzan a matarlos, como un acto de revolución sin propósito ni razón, malvadamente todos los propios acorralan a los buenos asistentes y matan a algunos. A la protagonista la tienen que esconder en casa de un buen sirviente, Cristian (Fernando Cuautle), pero una vez pasados los disturbios iniciales, son los soldados los que toman la segunda ola de ira prieta, y van por la hija solo para secuestrarla en un cuartel comandado por un terrible dictador que parece odiar a los ricos y ser más corrupto y malévolo de lo que nadie nunca antes había sido. Por lo que Cristian tendrá que ir a pedir ayuda a la familia, teniendo a Diego Boneta como puente para conseguir el dinero para sobornar a los soldados que no solo matan ricos, sino turistas y cualquier persona no prieta que pueda ser amenaza a este nuevo dictador en turno.
Entonces todos los que temían al gobierno actual mexicano se vieron identificados con esos que sufrían; todos los que no somos ricos, y nunca hemos estado ni cerca de 200 mil pesos nos vimos insultados, y créanme que sí es increible ver que el racismo actual se justifica en aras de la libertad de expresión, y si no había hecho reseña de esta película en gran parte sí era por el sentirme verdaderamente aludido de ver cómo nos ve esa sociedad respaldada en un miedo clasista racista que teme que el que los morenos y los pobres tengan más voz que ellos pone en peligro no solo su status quo, sino su dignidad y vida, su humanidad, cuando han sido ellos mismos los que promovieron y provocaron este quebrantamiento social. Si bien sí es la película con mayor producción de Franco, yo la comparo más a proyectos como El Nacimiento de una Nación que a Amores Perros, pues si bien esta segunda película también habla de un distanciamiento de clases, no se respalda en un bien o mal inherente a la clase social o al color, en cambio, en el Nacimiento de una Nación de Griffith, el director justifica el enaltecimiento de grupos como el KKK como benefactores del mundo, y ubica a la comunidad negra como bestias sedientas de sangre y caos. Franco hace exactamente lo mismo pero con la desigualdad social mexicana que si bien busca desaparecer, en los últimos años se ha visto más afectada con la llegada al poder del presidente Andres Manuel López Obrador, enfatizando entonces que sí han perdido el poder y no sucedió como en los años cuando ganó la entonces oposición encabezada por el expresidente Vicente Fox, pues en ese entonces si los ricos no sacaron las garras fue porque no perdieron nada, todo siguió igual pero de otro color. Como sea, no politizo más solo sí declaro que la película es enteramente racista, clasista, absolutista y discriminante en todos los sentidos en los que uno pueden pensar.
Ahora sí vuelvo esto más personal, siendo una persona que ha sido discriminada por mi apariencia, por mi manera de vestir, y mi color de piel desde que era niño esta pieza aunada a todas las declaraciones del director sí es una total falta de respeto, un insulto a los avances en materia de igualdad y un gran retroceso a cualquier alcance que se haya hecho los últimos años; es una locura que no solo haya quien aporte dinero para generar una pieza como esta, sino quien la aplauda y mucho peor quien no vea lo que este producto representa.
Cuando la vi ya me había atrasado en varias reseñas en este blog, pero ya que estaba dispuesto a hacer una sobre la película me desanimé... tanto odio, tanto asco de una comunidad contra otra por el color de piel, y luego hacerse los ofendidos, declarar de esas maneras... sí es en parte por esta película uno de los principales factores de ausencia en mi opinología que nadie pidió, pero por años he venido haciendo, le importe a quien le importe... sabía que sería un texto crítico y político, y he tratado de no entrar en esta página en temas como éste, pero acaba el año, y debo poner en orden lo que no continué, y llega tiempo de escribir lo que tenía que escribirse... así que ésta ha sido mi opinión sobre semejante basura. Puedo decir que no solo es la peor película del año, sino de la década o hasta el siglo, una cinta que promueve la discriminación que se enaltece en aras de ideologías destructivas no vale la pena que se vea... y si bien sí hemos visto películas sobre nazis, o hasta hemos hablado de Leni Riefestahl como una indispensable de la cinematografía de todos los tiempos, quizás para lo único para lo que debería de considerarse esta película es a nivel histórico, para mostrar una ideología destructiva de un sector social latinoamericano que se niega a perder el poder colonizante que se ha forjado a lo largo de siglos... pero que se sepa como de contenido transgresor prosistémico y destructivo, no como una pieza de arte, más bien como un Mi Lucha de un nuevo grupo fascista racista del que debemos de estar a las vivas pues ninguna clase de divisionismo de esta clase debería de aplaudirse nunca pues trasciende ideología como la de izquierda o derecha o la de soy religión a o religión b, se basa en la idea de nuestras diferencias raciales como otorgantes de maldad o de bondad, y no, no podemos sino vomitar este tipo de contenidos.
No es recomendable, no le hagan el favor de seguir el juego a tan nefasto personaje, démosle el valor que sus maneras han ganado, que se recuerde solo como un ejemplo negativo de lo que la humanidad malformada puede llegar a ser y nada más.
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