Hay un viaje místico para la autocomprensión, entre miles de simbolismos y una gama flotante de blancos y negros, una revelación de un actor como alguien más propenso al arte que a la simple excentricidad de la sociedad desfigurada hambrienta de consumo, por donde pasa un tren gris que contiene a las ideas, por donde viven apaches reveladores de verdades o de teorías, pero en este viaje solo un nombre puede ser la máxima idea del uso de la creatividad expandida hacia la pantalla frente a nuestros asientos: Jim Jarmusch.
Estelarizada por un multifascético Johnny Depp, al lado de artistas como Billy Bob Thornton, Iggy Pop o John Hurt, y metiendo simbolismos que van desde el viaje del héroe a la manera órfica, los simbolismos sobre la identidad del indígena norteamericano hasta analogías a la obra y trabajo del poeta y pintor William Blake, la historia es una fantástica pieza fílmica de arte se torna indispensable para el cinéfilo real, para el estudioso artístico y cultural, y para el amante del conocimiento y el arte mismo de la filosofía.
Una indispensable para el cinéfilo real, pero imposible para el cinéfilo blockbustereano.
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